viernes, 29 de mayo de 2015

Una de "carreteras" antiguas. La Vía Heraclea a su paso por la costa granadina.

Con esta nueva entrada en el blog vamos a tratar el tema de las comunicaciones en época romana,concretamente unade las principales vías de comunicación del mundo antiguo en la Península Ibérica: la llamada Vía Heraclea, posteriormente rebautizada como Vía Augusta.

Se trata de uno de los ejes troncales que regía el transporte, comercio y desplazamientos dentro del Imperio Romano. Como el resto de Vías que articulaban el territorio romano, tenía su origen en la capital: Roma (no por nada se decía que "todos los caminos llevan a Roma"), y moría en Cádiz, tras superar los Alpes y los Pirineos y bordear la costa mediterránea itálica e hispana.
Tal fue su importancia e impacto, que la actual Autopista y Autovía del Mediterráneo sigue su mismo trazado, atravesando Catalunya, la Comunitat Valenciana, Murcia y, finalmente, el sector costero andaluz. Eso sí, en aquellos tiempos sin la problemática de los dichosos peajes.

Presentamos, pues, un pequeño trabajo de un reincidente colaborador al cual debemos agradecer su implicación, no sólo para con nosotros, sino con la investigación y la preocupación por el Patrimonio histórico, arqueológico y natural de nuestra región. Nos referimos a José María Pérez Hens, un incansable e irremisible elemento activo y reivindicativo de la defensa y puesta en valor de nuestro pasado en pro de un mejor futuro y bienestar económico, social y cultural.

!!!Gracias Pepe¡¡¡



Durante el período romano, en el litoral granadino, el comercio debió de ser una actividad económica de cierta relevancia, proporcionando una salida a las producciones agropecuarias, alfareras y de salazones. Se partía con una cierta ventaja, ya que se contaba con un sustrato comercial importante basado en las actividades que desarrollaron los fenicios que se habían asentado en Sexi (Almuñécar) y Selambina (Salobreña). Si se exportaban productos alimenticios y algunas materias primas, a cambio se importaban fundamentalmente artículos de consumo, productos manufacturados y de lujo.

Hay que partir de que en el mundo romano, el transporte de mercancías a gran escala se hacía, siempre que fuera posible, por vía marítima. Este sistema, que podía trasladar grandes volúmenes de carga, era el más rápido, ofrecía las mejores condiciones de seguridad y, sobre todo, abarataba bastante los costes de la actividad. Por su parte, las vías terrestres ponían en contacto los puertos con las zonas del interior, siendo su comercio más lento, peligroso y caro, además de que no se podía transportar mucho volúmen de mercancías.

Por su sentido práctico y utilitario, el comercio terrestre romano aprovechó, siempre que fue posible, las vías preexistentes, muchas de las cuales se rehabilitaron en calzadas. Esto fue lo que aconteció con la Vía Heraclea, o Hercúlea, que discurría paralelamente al litoral mediterráneo peninsular ya desde época fenicio-cartaginesa. Otras calzadas, en cambio, fueron reorganizadas por el propio Estado Romano, como les ocurrió a las conocidas Vía de La Plata y Vía Augusta.

La Vía Heraclea, a su paso por nuestra comarca, no era más que un camino de tierra lo suficientemente ancho (unos 5 ó 6 metros) para que se pudieran cruzar dos carros, no sin cierta dificultad. Por tanto, debemos descartar la posibilidad de una calzada empedrada, salvo en algún puente o lugar que por necesidad así lo requiriera.
De ella sólo se han conservado escasos restos, como el puente de Cotobro, entre Almuñécar y La Herradura, en el barranco del mismo nombre; y un posible miliario anepigráfico hoy ubicado frente a la iglesia de la Encarnación de Almuñécar.

Posible miliario anepigráfico.

No obstante, sí tenemos algunos indicios de su antiguo recorrido en las colinas del entorno del Hotel Salobreña y de la Torre costera de Cabria o del Diablo.

Además de los restos e indicios arqueológicos comentados, para el estudio y conocimiento del trazado de la Vía Heraclea por nuestra comarca, también debemos tener en cuenta que aparece citada en dos de las principales fuentes históricas antiguas que versan sobre vías romanas: el Itinerario  Antonino y el Anónimo de Rávena.
El primero es un viario del siglo III d.C. que aporta información sobre las comunicaciones terrestres del Imperio. Nos ha llegado hasta nuestros días debido a distintas copias realizadas durante la Edad Media. Las poblaciones costeras romanas del sureste de la Bética a las que hace referencia son, de este a oeste: Urci (Almería), Turaniana (Roquetas de Mar), Murgi (El Ejido), Sexi (nombrada como Saxetanum), Caviclum (Torrox Costa), Maenoba (Cerro del Mar, en la desembocadura del río Vélez) y Malaca (Málaga). Ni Selambina (Salobreña) ni Abdera (Adra) aparecen mencionadas. En Urci (Almería), la vía se dirigía, tierra adentro, hacia Cástulo (Linares), pasando por Acci (Guadix).

La otra fuente histórica, el Anónimo de Rávena, es una obra de carácter geográfico compuesta por una larga lista de localidades, casi todas ellas ciudades. Hace referencia a un itinerario romano del siglo III ó IV d.C. traducido al griego por un monje anónimo de dicha ciudad italiana varios siglos más tarde. La referida fuente cita entre Abdera (Adra) y Malaca (Málaga) las ciudades de Cesarea, que debe ser la Sexi (Almuñécar) de época de Julio César, y Lenubar, que se corresponde con la Maenoba del Itinerario Antonino. Tampoco en esta fuente se cita a Salobreña, lo que nos da un indicio de que el asentamiento no debía de ser de mucha importancia.

Para una mejor descripción del recorrido que seguía la Vía Heraclea por la costa granadina, es preciso distinguir dos tramos, separados por la desembocadura del Guadalfeo.
El tramo entre Salobreña y La Herradura es el recorrido que presenta menos dudas ya que se han conservado algunas partes del camino. Partía de la localidad del Peñón, pasaba por El Pontiví y la zona de La Caleta y, coincidiendo en muchos ocasiones con el sinuoso trazado de la actual N-340, se encaminaba hacia el oeste zigzagueando por los entrantes y salientes de los barrancos costeros.
Es en esta zona donde se conservan todavía hoy los vestigios más significativos que pueden verse desde la propia carretera: la parte occidental de la colina del Hotel Salobreña y el tramo que discurre junto a la torre defensiva costera de Cabria, o del Diablo, y desciende hasta El Curumbico. Este último es el mejor conservado, y en el que se puede pasear tranquilamente, ya que debido a su accidentada geografía, las construcciones lo han venido respetando.

Vestigios del tramo de Vía Heraclea en el Hotel Salobreña.

Vista de los vestigios de la vía Heraclea en el entorno de la Torre de Cabria. Al fondo Almuñécar.

Continuaba hacia la zona de Taramay, donde se desviaba hacia el interior para salvar la ensenada que formaba en época romana la desembocadura del río Verde. De aquí se adentraba hasta las cercanías de Jete, por donde cruzaría el cauce fluvial para dirigirse hacia el sur camino de Sexi (Almuñécar), entrando a la ciudad por la zona del barrio de San Sebastián, por debajo del trazado del acueducto de la Carrera.
Uno de sus arcos, que conserva una especie de moldura decorativa a sus lados, bien pudo servir como portada de acceso a la ciudad, a modo de un arco triunfal. A la salida de la población, cruzaría el cauce del río Seco por algún puente actualmente desaparecido, y se dirigiría hacia el fondeadero de La Herradura, pasando por el Barranco de Cotobro, donde se encuentra situado el único puente conservado de esta vía litoral.

Vista general del puente del Cotobro.

Aunque se cree que es del siglo I d.C., fue remozado en épocas posteriores. Realizado en pizarra, tiene un solo arco que soporta sus casi 20 m de largo, y una cubierta empedrada a dos aguas. Hoy en día puede accederse a él sin ningún problema por un camino que, partiendo de la actual N-340 (está señalizado con un cartel), llega hasta el mismo puente.

Vista desde su cara norte del puente del Cotobro.

Por su parte, el tramo de la Vía Heraclea entre Salobreña y Calahonda estaba condicionado en sus inicios por la ensenada marítima que todavía formaba la desembocadura del Guadalfeo en época romana, y que lentamente se estaba colmatando. Este tramo presenta mayor dificultad en su trazado, debido a la inexistencia de vestigios construidos. 

Aquí, debido a las dificultades en el seguimiento del trazado de la vía romana, les paso a desarrollar brevemente una hipótesis personal basada en dos cuestiones:
  • La localización de los asentamientos poblacionales que tendría que comunicar entre sí.
  • El trayecto que siguen las cañadas reales medievales, entendidas como continuidad de los viejos caminos romanos, y cuya utilización ha perdurado a través de los siglos llegando, en algunos casos, hasta nuestro tiempo.
Desde Selambina (Salobreña), la vía partiría hacia el norte por la ribera derecha del Guadalfeo, en la que existía un poblamiento diseminado conformado por centros de producción alfarera que fabricaban ánforas (Los Barreros, Matagallares, Cortijo Chacón, Molvízar y Lobres) y villas (villae, en latín) con dedicación agropecuaria, como las de La Taiba y Loma de Ceres.
En los alrededores de Lobres, el camino romano procedería a vadear el río. En ambas orillas nos encontraríamos con dos asentamientos que bien pudieron ser apeaderos o lugares de parada de viajeros: el Cerro del Vínculo, en el margen derecho del cauce, y Pataura, la actual cortijada de Las Jareas, en el izquierdo.
Una vez aquí, la vía podría ascender por las cuestas de Pataura (o Panata), o bien continuar a través de la Rambla de Cañízares-Escalate, donde en su cabecera existían asentamientos romanos, hasta la zona de La Gorgoracha.


Estos dos caminos vendrían a juntarse en algún lugar de la zona norte de Motril para, un poco más adelante, volver a bifurcarse otra vez en dos ramales: uno hacia la zona de la Sierra del Conjuro, comunicando los asentamientos mineros de la Herrería (en Los Tablones) y del Cortijo de La Reala. El otro ramal se encaminaría hacia la costa, buscando la población y las instalaciones alfareras y portuarias de Paterna (El Maraute, Torrenueva) y de Calahonda.

Desde aquí, la vía continuaría en dirección este, serpenteando por el litoral acantilado hasta que en algún lugar de la rambla de Gualchos-Castell de Ferro se volverían a unir los dos ramales para continuar, ya como un sólo camino, hacia Abdera (Adra). A la altura de Melicena su trazado se introduciría hacia el interior, buscando las minas de plomo de Turón. Y es que, es conocido que el trayecto entre Turón y Adra estaba jalonado por pequeños asentamientos equidistantes unos de otros, a modo de ventas para avituallar a los viajeros (mutationes).
Por último, el portus abderitano, situado a los pies del Cerro de Montecristo, sería el encargado de exportar el mineral.

José María Pérez Hens.