LA AÑORADA MEZQUITA.
Mientras ascendía por la empinada cuesta y
serpenteaba plácidamente por las sombrías y refrescantes callejuelas, no paraba
mi mente de reproducir aquellas palabras del maestro al-Jatib: "tiene una
mezquita de magnífica arquitectura".
Ya en la plaza, donde diariamente los ruidos,
voces y olores del Suq inundan ese modesto espacio neurálgico de la Madina, mis
ojos se fueron de manera mecánica hacia la imponente figura del alminar de mi
añorada mezquita, que desde su posición privilegiada se alzaba majestuoso, predominando aún, física y espiritualmente, todos los aspectos de la vida de los
salobreñeros.
Todavía faltaban unas horas para la oración del
Asr, así que me apresuré esquivando el ya menguado bullicio de la plaza,
subiendo por la callejuela que asciende entre la mezquita y el aljibe,
bordeando por su base el alminar y alcancé el pequeño espacio que se abre
frente a la entrada principal del sagrado edificio. ¿Cuántos años habían
pasado?, ¿Cuántas veces, siendo un niño, no repetí el mismo gesto? De pie
frente a la fachada principal, me fascinaba otear el mar desde la plataforma en la que
asienta el templo; el serpenteante litoral; la verde vega; el plateado
hilillo fluvial que representaba nuestro Wadi-l-Fah; todas las sierras y lomas que
circundan y protegen del implacable frío de las majestuosas montañas del Sulayr
este pequeño territorio, salpicado de pequeñas manchas blancas de las diversas
alquerías… y, de repente, todo ello queda eclipsado por esta “mezquita de
magnífica arquitectura”, en la que la esbelta palmera y los puntiagudos
cipreses que despuntan por encima de la tapia del patio compiten,
infructuosamente, en altura y belleza con la torre del alminar.
A pesar de los años transcurridos, el jazmín
que trepa y cubre parte de la fachada continúa embriagando este espacio, de manera
especial las noches de verano… ¡ay, aquellas noches de verano!, tan lejanas en
el tiempo y tan presentes en mi memoria. Esta imagen y estos recuerdos
sensoriales no han dejado de acompañarme ni un solo día desde que el Imam Sahid
me mandó a completar mis estudios y mi formación a Gharnata, bajo la tutela de
su “hermano espiritual” Mazen, un “sabio atípico y particular”, como gustaba él
llamarlo.
Y así quedé, como en aquellos lejanos años de
juventud, sentado en el poyo de la casa frente a la mezquita, mi mezquita… mi
casa. Contemplando el rítmico vaivén de las hojas de la palmera y de las puntas
cónicas verde obsidiana de los cipreses del patio, azuzados por el viento frío
que desde primeras horas de la tarde se había levantado. Un viento fresco y
marino que anunciaba esas tardes frías y de cielo azul profundo que
caracterizan los meses de Muharram en esta región costera del Reino. Un
remanso de tranquilidad y paz dentro de la vorágine cainita y de inestabilidad
en la que entró nuestra casa real nazarí, especialmente desde que los reyes
cristianos, unidas sus fuerzas en convenido matrimonio, y con el apoyo del
resto de la Cristiandad, decidieron culminar la conquista que siglos atrás iniciaron
los diversos reinos cristianos del norte, antaño controlados y sometidos.
Y así fue que, después estos recuerdos y reflexiones, finalmente me decidí a entrar al sagrado y plácido patio ajardinado, en el cual volví irremediablemente a quedar embaucado. Nada había cambiado. Dentro de sus muros, donde bajo la atenta mirada y protección del alminar el hombre se mimetiza armoniosamente con la vegetación y el discurrir del agua de los canalillos y fuentes, todo sucedía con lentitud, con pausa, en voz baja.
Ningún sonido, ninguna voz ahogaba la de los demás. Les
oía hablar y me dejaba llevar de la melodía de esa lengua de consonantes duras
que, alternadas con las profundas aspiraciones y las largas vocales abiertas,
dan lugar a un canto de cadencia singular. Oía al mismo tiempo el rumor del
agua y el tenue viento que movía las hojas del limonero, del granado, del azahar,
de los arrayanes… esparciendo sus vívidos aromas. Y me quedé traspuesto mirando
el chorro del surtidor: un movimiento tan absorbente y fascinante como
contemplar la danza de las llamas del fuego del invierno...
Placer visitarte!
ResponderEliminarGracias!!!
ResponderEliminarBellísimo relato... Gracias !
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