Tras un tiempo de silencio, volvemos a la palestra con una nueva aportación. Nueva e interesante aportación la de nuestro compañero Federico Martínez Rodríguez. Este historiador y arqueólogo salobreñero, con una larga trayectoria como arqueólogo profesional e investigador en la zona de Andalucía occidental, y miembro del pequeño e incipiente grupo de investigación S.E.L. (Salobreña Estudios Locales), nos ofrece el avance de uno de los diversos estudios que está llevando a cabo, tanto a nivel personal como de manera conjunta con los diferentes miembros del citado grupo de investigación. En este caso se trata de una revisión y puesta al día de las características del poblamiento y explotación del territorio en época prehistórica en el delta del Guadalfeo, centrándose en el caso concreto del Promontorio de Salobreña.
Tras analizar los, escasos, trabajos que hasta la fecha han visto la luz sobre la Prehistoria en esta región y población, revisa y analiza exhaustivamente, con un nuevo prisma, los materiales arqueológicos conocidos y custodiados en el Museo Histórico de la Villa de Salobreña y en el Arqueológico de Granada, así como el contexto en el que se recuperan, para, a partir de ahí, apuntar hipótesis y lineas de investigación con respecto a las comunidades prehistóricas que se asentaron y explotaron este territorio y los recursos naturales que éste les ofrecía.
Se trata, sin duda, de una pequeña muestra del trabajo metódico y constante que nuestro compañero Federico lleva realizando desde hace ya unos años, compaginando dicha "afición" con su labor de docente en el instituto IES. Nazarí de Salobreña.
Así pues, antes de exponer el trabajo que nos ocupa, agradecer que haya querido compartir con nosotros este avance de su trabajo inédito, el cual esperamos pronto vea la luz, así como los múltiples estudios que el referido grupo de investigación S.E.L. está desarrollando de manera constante y concienzuda en los últimos años. ¡¡Gracias Federico!!!
La ubicación
dominante de Salobreña sobre un antiguo promontorio marítimo, en el extremo
occidental de la desembocadura del río Guadalfeo, la existencia de buenos
recursos naturales terrestres y marinos, un clima templado y regular durante
los últimos milenios, así como la abundancia de agua, explican, por un lado, lo
que ya estamos en condiciones de adivinar: la presencia y continuidad del
poblamiento humano en esta comarca durante periodos muy amplios de la
Prehistoria reciente y de la Antigüedad.
En este sentido,
no conocemos en toda la costa mediterránea andaluza ningún asentamiento puntual
como el promontorio de Salobreña, que ofrezca restos arqueológicos desde el
Neolítico hasta la época romana, pasando por las distintas etapas de la Edad
del Bronce (antiguo-pleno, tardío y final) y Edad del Hierro o época
fenicio-púnica, enlazando con la romanización. Unos 5.000 años de
ocupación en la que se adivinan pocas
rupturas en la ocupación y explotación de este territorio, que certifican la
verdadera importancia de este emplazamiento en relación a su propio entorno
inmediato y a la comarca de la costa de Granada.
Vista aérea del promontorio de
Salobreña. Al fondo el Peñón, antiguo islote, y la vega de Salobreña, espacio ocupado por el mar hasta época moderna.
El principal
problema arqueológico con el que nos encontramos en Salobreña es similar al de
otros yacimientos pluriestratigráficos, o hábitats superpuestos, que estuvieron
poblados desde la Prehistoria hasta nuestros días de forma casi
ininterrumpida. En este tipo de yacimientos, los niveles sucesivos de ocupación
humana han ido alterando y sepultando, parcial o totalmente, los niveles
anteriores, siendo, por tanto, muy complicado un estudio estratigráfico y
arqueológico, que en el caso de Salobreña nunca se ha abordado.
A pesar de ello,
Salobreña, topográficamente, ofrece una peculiaridad que la hace especial a la
hora de la detección de materiales prehistóricos y antiguos, sin necesidad de
excavaciones arqueológicas. En efecto,
el tratarse de una elevación cuya ladera oeste cae de manera abrupta, ha facilitado
la detección de materiales arqueológicos rodados de la zona alta, como
consecuencia la inapropiada reconstrucción del castillo dirigidas por el
arquitecto Francisco Prieto Moreno en los años 60 y 70 del pasado siglo.
Evidentemente, se trata de materiales revueltos, de distintas épocas y
descontextualizados a nivel estratigráfico, pero que, en cualquier caso, nos
proporcionan importantes datos y pistas sobre las distintas culturas y épocas
de ocupación del lugar, sobre todo a partir del estudio de los materiales
arqueológicos más abundantes: las piezas cerámicas.
La localidad de Salobreña ha sido
siempre valorada por los historiadores como una población de origen islámico,
citada en las propias fuentes medievales, primeramente como hisn (castillo) y, más adelante, como madina (ciudad). Sin embargo, tenemos constancia que desde el Renacimiento los
historiadores y eruditos conocían la cita en latín de Plinio (siglo I) en la
que se menciona a Sel (actual
Salobreña) al enumerar los oppida (ciudades)
bástulo-púnicas del mar ibérico; así como el texto en griego del sabio
greco-alejandrino Ptolomeo (siglo II), el cual se refiere a este lugar con el
nombre de Selambina. A partir de
ello, y a pesar de lo escueto de ambas citas, podía casi asegurarse la
existencia de un núcleo de población correspondiente al Alto Imperio Romano y a
los siglos inmediatamente anteriores.
Sin embargo, las pruebas
arqueológicas no llegaron hasta la segunda mitad de la década de los 80 del
pasado siglo, con los materiales cerámicos protohistóricos hallados en las
prospecciones geoarqueológicas dirigidas por O. Arteaga y F. Hoffman,
inmersas en un amplio proyecto sobre las variaciones de la línea de costa en
tiempos prehistóricos e históricos, desde Cádiz a Almería.
Por desgracia, dichas cerámicas no
se estudiaron ni publicaron adecuadamente, tan solo se comentó que bien en
superficie, o bien en algunos geosondeos, se habían detectado materiales púnicos
(siglos VI-III a. C.), griegos (V-IV a. C.) y púnico-romanas (III-I a. C.).
Estos investigadores, además,
hallaron en la ladera del promontorio cerámicas a mano mucho más antiguas, que
podían fecharse durante el II milenio a. C., es decir, a lo largo de toda la
Edad del Bronce (argárico y tardío) y del Bronce final (1000-800 a. C.), hasta
enlazar con los comienzos de la colonización fenicia.
Con anterioridad a estas
investigaciones, entre los años 1967 y 1976, aparecieron en el Paseo de las
Flores, justo al pie del castillo, cuatro tumbas de la Edad del Bronce,
pudiendo identificarse el tipo de estructuras, tipo de enterramientos y
ajuares, pero fueron destruidas sin ser excavadas arqueológicamente. Las tumbas
eran de tres tipos distintos: una cista de lajas de piedra, otra de mampostería y dos en covacha, en las
que fueron inhumados uno, dos o tres cadáveres, con los típicos ajuares
compuestos por vasos carenados de influencia argárica (conocidos como
“tulipas”) y puñales de remaches, y en una de ellas ofrendas rituales de un
ternero.
Cerámicas a mano procedentes del Promontorio de Salobreña: vasos
carenados “tulipas”, ajuares de las tumbas del Paseo de las Flores. Edad del
Bronce antiguo-pleno (2000-1600 a. C. aprox.). Museo de Granada.
Puñal de cobre con remaches hallado en una de las tumbas del Paseo de las
Flores pertenecientes a la Edad del Bronce antiguo-pleno (2000-1600 a. C.
aprox.). Museo de Granada.
Según la topografía del promontorio
y la naturaleza de los hallazgos, estaba claro que en la zona alta, entre el
castillo y el Paseo de las Flores, existió, no sólo una necrópolis, sino también un poblado estrechamente vinculado a ella, seguramente con calles y
casas en terrazas a distintos niveles, comunicadas con escaleras, como era lo
habitual según el patrón argárico, en el cual las tumbas suelen aparecer bajo
las propias casas, o próximas a ellas.
En el año 1992, el arqueólogo Manuel Pellicer, publicó en su libro Aproximación a la Prehistoria de Salobreña algunas cerámicas
prehistóricas más antiguas procedentes del promontorio, halladas en las
prospecciones de O. Arteaga, fechándolas en la Edad del Cobre o Calcolítico. A
partir de estos datos se adelantaba en un milenio los orígenes de ocupación
humana de Salobreña.
Pellicer
propuso, además, la existencia de un poblado calcolítico ubicado, no en la cima,
sino en una zona más baja, al noroeste, en lo que sería el istmo del antiguo
promontorio marino. Dicho asentamiento debió estar compuesto por cabañas circulares, construidas con
zócalos de piedra y paredes de tapial o adobes, sosteniendo techumbres
vegetales de cañas o ramajes, teniendo en cuenta los poblados coetáneos
conocidos en otras comarcas próximas. Este investigador destacó que estábamos
ante el primer núcleo preurbano conocido de Salobreña, según él, de mediados
del III milenio a. C.
Cerámica a
mano procedentes del Promontorio de Salobreña: platos y fuentes de borde engrosado, cazuelas, pesas de telar y productos
de sílex del Calcolítico antiguo-pleno (3200-2600 a. C., aprox.)
Pellicer publicó
también un pequeño conjunto de cerámicas procedente de aquellas prospecciones,
integrado por dos vasos carenados, un cuenco y una típica copa argárica, a
partir de las cuales propuso la existencia de un poblado posterior de la Edad
del Bronce, ubicado en la parte occidental del actual castillo, constituido por
un par de docenas de viviendas de planta rectangular, con cimientos de piedra,
muros de adobe y techumbre de ramaje.
Por nuestra
parte, en los últimos tres años estamos recopilando bibliografía y datos
arqueológicos sobre Salobreña y su comarca, revisando hallazgos antiguos y
recientes inéditos, que están matizando y ampliando el conocimiento de estas “edades
oscuras” de nuestra historia. La base documental más importante que manejamos
consiste en un buen conjunto de cerámicas prehistóricas rodadas desde la parte
alta del promontorio, recogidas en la ladera oeste desde la década de 1990 y que
se conservan en el Museo de la Villa de Salobreña, actualmente en estudio por nosotros.
A partir de este
estudio, confirmamos el origen calcolítico propuesto por Pellicer, pero
pensamos que el poblado estaría situado, ya en estas fechas, en el entorno del
actual castillo y en la zona del Paseo de las Flores. Por otro lado, la
cronología de inicio de la ocupación humana del promontorio parece remontarse
más de medio milenio antes de lo propuesto por Pellicer. Nos basamos tanto en
cerámicas cuya tipología apuntan al Calcolítico antiguo, como en determinados
tipos de fuentes de paredes algo abiertas y platos o fuentes de labio
engrosado.
Además, es probable que alguna formas pertenezcan a momentos anteriores del
Neolítico final (3600-3300 a. C., aprox.). Además, hace muy poco el arqueólogo
Francisco Martínez Sevilla nos comentó sobre la existencia en el Museo
Arqueológico de Granada de un brazalete lítico neolítico procedente del
castillo que puede remontarse incluso al V milenio a. C., lo cual nos habla
sobre la presencia humana desde estos tiempos. Todo ello estaría en consonancia
con los ajuares inéditos hallados en los enterramientos en covacha de origen natural del
vecino Monte Hacho, yacimiento que debió funcionar durante el Neolítico y el
Calcolítico como necrópolis del poblado situado en el promontorio de Salobreña.
Hacha de roca pulimentada (peridotita) hallada en la zona del antiguo cuartel de la Guardia Civil, en el sector norte del Promontorio. La pieza aparece intacta y sin huellas de uso, por
lo que debió formar parte de alguna tumba correspondiente al
Neolítico-Calcolítico.
En este último
yacimiento se han hallado también algunas cerámicas decoradas con incisiones o
acanaladuras y a la almagra, junto con
algunas formas y elementos de suspensión claramente neolíticos,
pertenecientes a los primeros agricultores y ganaderos que apuntan al V milenio
a. C. En este sentido, el hallazgo de cerámicas impresas del Neolítico
antiguo-medio, que podrían alcanzar el VI milenio a.C., en otros yacimientos de la
margen derecha del Bajo Guadalfeo, como El Tajo de los Vados 1, Cueva del
Capitán y Peñón de Salobreña, en la misma ruta natural de comunicación costa-interior,
nos hacen pensar en la más que probable ocupación ocasional o permanente del
promontorio de Salobreña desde tiempos antiguos del Neolítico. Esta apreciación
tiene su lógica por ser este el punto más importante de control de los recursos
del entorno marítimo, terrestre y fluvial de todo el bajo Guadalfeo.
Borde de olla fabricada a mano, correspondiente al Neolítico antiguo-pleno (VI-V milenio a. C.), decorada con guirnaldas de cordones impresos, hallada en las excavaciones de urgencia de 1992 en el Peñón de Salobreña.
Igualmente,
entre el lote antes citado de la ladera oeste del Promontorio, confirmamos la
existencia de un nuevo conjunto de cerámicas de la Edad del Bronce
antiguo-pleno. Entre ellas destacamos orzas de perfil en S y cuencos
semiesféricos decorados (o no) con impresiones en el labio, así como vasos
carenados grandes o pequeños con las superficies alisadas o bruñidas.
Por
último citar también un buen lote correspondiente al Bronce final, integrado por las típicas
cazuelas de carena alta, de tonos oscuros y superficies bruñidas, así como
grandes orzas de almacenamiento de perfil en S y fondo plano.
Fragmentos de orzas,
vasos carenados y vasos con impresiones en el labio fabricados a mano, propios
de la Edad del Bronce antiguo-pleno. Procedentes del Promontorio de Salobreña, rodadas desde la zona del castillo.
Cerámicas a mano:
fragmentos de ollas y orzas de almacenamiento de fondo plano, cazuelas bruñidas
de carena alta y cuencos de engobe rojo, propias del Bronce final (1000-750 a.
C., aprox.), igualmente procedentes del Promontorio de Salobreña.
Todo ello
confirma la continuidad del poblamiento hasta el final de la Prehistoria de
una comunidad indígena que conformaría el sustrato del oppidum bástulo-púnico (o ibero-púnico) de Selambina, hecho éste certificado por un buen lote de cerámicas conservadas
en el Museo de Historia de Salobreña. Dicho conjunto cerámico establece un arco cronológico que abarca desde el siglo V
a.C. al siglo III a.C., siglo éste último en el que se inicia la romanización,
constatada a su vez por la presencia de las típicas cerámicas itálicas de barniz negro (Campanienses) y las posteriores de barniz rojo (las archiconocidas como Terra Sigillata.
Por
último, agradecer a Domingo Armada, técnico de Cultura y Patrimonio del
Ayuntamiento de Salobreña por facilitarme en todo momento mi labor
investigadora, así como al Área de Cultura de esta entidad. Agradecer también
la ayuda y las sabias reflexiones de José Navas, arqueólogo e historiador
salobreñero y a José María García-Consuegra Flores por dejarme un hueco en su
interesante blog, que espero siga adelante con interesantes aportaciones de
otros colegas.
BIBLIOGRAFÍA
ESENCIAL
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- ÁVILA, M.; y otros (1998): Itinerarios arqueológicos de Salobreña. Alhulia, Salobreña.
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- GARCÍA-CONSUEGRA FLORES, J. Mª.; NAVAS RODRÍGUEZ, J. (2008): “La incidencia humana en el paisaje costero de la desembocadura del río Guadalfeo (Granada)”, en Arqueología y Territorio. Revista Electrónica del programa de Doctorado, nº 5.
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