La colaboración
que seguidamente se expone, corre a cargo de José María Pérez Hens, licenciado
en Geografía e Historia por la Universidad de Granada. Igualmente cursó el
Tercer Ciclo en el Programa de Doctorado titulado Arqueología Histórica,
impartido por el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED. En la
actualidad ejerce de profesor de Geografía e Historia en el I.E.S. Julio
Rodríguez de Motril. Activista acérrimo en la salvaguarda, recuperación y
puesta en valor del Patrimonio, tanto natural como histórico y arqueológico, cuenta con una extensa lista de publicaciones y
conferencias especializadas en temas de arqueología, patrimonio cultural y
natural y ciencias sociales aplicadas a la enseñanza, siendo, además, partícipe
activo de Seminarios y llegando a coordinar el Grupo de Trabajo de Ciencias
Sociales del Centro de Profesores de Motril.
Excelente y apasionado docente, sus textos son amenos,
divulgativos e ilustrativos, pero sin perder nunca el rigor y la documentación
requeridas. El que os exponemos es un claro ejemplo de ello. Fue publicado en
la revista local La Costa, en su número de febrero de 2009. Finalmente, agradecer, cómo
no, su interés y voluntad de querer colaborar y participar, como viene haciendo
desde hace tiempo con múltiples artículos, ponencias, actos y actividades, de
esta iniciativa nuestra, que también es la suya. Gracias Pepe!!
Recuerdo una visita que un grupo de profesores motrileños hicimos a la exposición Florentia Iliberritana, la cual se estaba desarrollando en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada, que tiene su sede en la Casa de Castril, uno de los mejores palacios renacentistas de la ciudad, situado en la popular y turística Carrera del Darro. En el transcurso de la misma, uno de mis compañeros me llamó la atención sobre una pieza en concreto. Se trataba de un ánfora romana de gran tamaño y buen estado de conservación, que ocupaba un lugar destacado en la citada exposición. En su cartela informativa se leía que su lugar de hallazgo era el fondo marino de Motril.
El "ánfora de Motril".
La pieza, de
cierta fama entre los interesados por la arqueología en la provincia, forma
parte de la colección expuesta de forma permanente en el Museo y que, justamente
por su importancia, a pesar de su hallazgo en el mar, había sido seleccionada
para ilustrar las producciones agrícolas de la Granada romana. Es conocida como
“el ánfora de Motril”, pero, como les paso seguidamente a contar, tiene poco o
nada que ver con nuestra querida localidad costera. Vayamos por partes.
Como es conocido,
durante la antigüedad, las ánforas eran los envases cerámicos de transporte y
almacenamiento por excelencia, no sólo del mundo romano, sino ya utilizados
profusamente desde épocas remotas. Particularmente indicada para el transporte marino, la
propia forma del ánfora, caracterizada por dos asas y su terminación en punta,
la hacía ideal para su estiba en los barcos mercantes, permitiendo la
superposición de los recipientes en varios pisos e inclinarlas convenientemente
para adaptarlas a las paredes curvas de las naves.
Resistentes y de grandes
dimensiones, tenían formas características según el contenido al que se
destinaban, la zona de donde procedían, la época en que se fabricaron y su
evolución en el tiempo. En cuanto a los contenidos, en estos envases se
transportaban principalmente vinos de distintas procedencias y calidades,
aceite de oliva de distintos tipos y prensados, trozos de pescado en salazón y
salsas derivadas, como el famoso garum.
Reproducción del interior de una nave
y la disposición de las ánforas.
La referida “ánfora de
Motril” es una típica Dressel 20 altoimperial olearia (siglo I d.C.), tiene cuerpo globular
(unos 80 cms de altura por 50 cms de diámetro de panza) y cuello corto, en el que se
insertan dos macizas asas capaces de soportar los casi 100 Kg que pesaría
llena del afamado aceite de la Bética.
En la parte superior de una de sus asas, presenta un sello impreso donde se lee AGRICOL, sin duda una marca del alfarero, o
del propietario de los hornos cerámicos que la fabricaron. Este sello está
documentado en un alfar de Casa de Mingaobez, muy cerca de Posadas (Córdoba),
en la orilla izquierda del Guadalquivir. Hoy sabemos que en el triángulo
Sevilla-Córdoba-Écija hay documentados unos 90 centros de producción con más de
500 alfares. Por tanto, en cuanto al origen y contenido, “el ánfora de Motril”
es cordobesa.
Sello con la leyenda AGRICOL.
Detalle del sello.
Pero terminemos con esta
historia. Nuestro contenedor formaría parte de un cargamento que, partiendo
posiblemente desde el puerto de Hispalis (Sevilla), y bajando por el
Guadalquivir, se disponía a seguir una ruta de navegación marítima hacia el
interior del Mediterráneo. El barco mercante no llegaría jamás a su destino ya
que, por alguna desdichada razón, naufragó en algún punto del litoral cercano a
Almuñécar, constituyendo el conocido pecio de “Las Puntas”.
Por una afortunada
casualidad, unos dos mil años más tarde, un barco arrastrero motrileño, el San
Francisco, recuperó el ánfora del mar, a unos 60 ó 70 metros de profundidad, y
la entregó en la Ayudantía Militar de Motril. Días más tarde se depositó en el
Museo Arqueológico y Etnológico de Granada, donde hoy la podemos ver en casi
todo su esplendor, ya que su superficie está un tanto deteriorada debido a la
acción de las concreciones marinas. Son cosas de la edad.
En conclusión, la llamada “ánfora
de Motril” resulta que no es motrileña (es cordobesa), no fue hallada en
nuestra costa sino en la de Almuñécar (eso sí, por un pesquero motrileño), y se
localiza actualmente en Granada. Como ven, poco o casi nada tiene que ver con la
ciudad costera granadina, pero, qué quieren que yo les diga, como motrileño que
soy, a mí me gusta que se la conozca como “el ánfora de Motril".
José María Pérez Hens.
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