Con esta nueva entrada en el blog vamos a tratar el tema de las comunicaciones en época romana,concretamente unade las principales vías de comunicación del mundo antiguo en la Península Ibérica: la llamada Vía Heraclea, posteriormente rebautizada como Vía Augusta.
Se trata de uno de los ejes troncales que regía el transporte, comercio y desplazamientos dentro del Imperio Romano. Como el resto de Vías que articulaban el territorio romano, tenía su origen en la capital: Roma (no por nada se decía que "todos los caminos llevan a Roma"), y moría en Cádiz, tras superar los Alpes y los Pirineos y bordear la costa mediterránea itálica e hispana.
Tal fue su importancia e impacto, que la actual Autopista y Autovía del Mediterráneo sigue su mismo trazado, atravesando Catalunya, la Comunitat Valenciana, Murcia y, finalmente, el sector costero andaluz. Eso sí, en aquellos tiempos sin la problemática de los dichosos peajes.
Presentamos, pues, un pequeño trabajo de un reincidente colaborador al cual debemos agradecer su implicación, no sólo para con nosotros, sino con la investigación y la preocupación por el Patrimonio histórico, arqueológico y natural de nuestra región. Nos referimos a José María Pérez Hens, un incansable e irremisible elemento activo y reivindicativo de la defensa y puesta en valor de nuestro pasado en pro de un mejor futuro y bienestar económico, social y cultural.
!!!Gracias Pepe¡¡¡
Durante el
período romano, en el litoral granadino, el comercio debió de ser una actividad
económica de cierta relevancia, proporcionando una salida a las producciones
agropecuarias, alfareras y de salazones. Se partía con una cierta ventaja, ya que
se contaba con un sustrato comercial importante basado en las actividades que desarrollaron
los fenicios que se habían asentado en Sexi
(Almuñécar) y Selambina
(Salobreña). Si se exportaban productos alimenticios y algunas materias primas,
a cambio se importaban fundamentalmente artículos de consumo, productos
manufacturados y de lujo.
Hay que
partir de que en el mundo romano, el transporte de mercancías a gran escala se
hacía, siempre que fuera posible, por vía marítima. Este sistema, que podía
trasladar grandes volúmenes de carga, era el más rápido, ofrecía las mejores
condiciones de seguridad y, sobre todo, abarataba bastante los costes de la
actividad. Por su parte, las vías terrestres ponían en contacto los puertos con
las zonas del interior, siendo su comercio más lento, peligroso y caro, además
de que no se podía transportar mucho volúmen de mercancías.
Por su
sentido práctico y utilitario, el comercio terrestre romano aprovechó, siempre
que fue posible, las vías preexistentes, muchas de las cuales se rehabilitaron
en calzadas. Esto fue lo que aconteció con la Vía Heraclea, o Hercúlea, que discurría paralelamente al litoral
mediterráneo peninsular ya desde época fenicio-cartaginesa. Otras calzadas, en
cambio, fueron reorganizadas por el propio Estado Romano, como les ocurrió a
las conocidas Vía de La Plata y Vía
Augusta.
La Vía Heraclea, a su paso por nuestra comarca, no era más que un
camino de tierra lo suficientemente ancho (unos 5 ó 6 metros) para que se
pudieran cruzar dos carros, no sin cierta dificultad. Por tanto, debemos
descartar la posibilidad de una calzada empedrada, salvo en algún puente o
lugar que por necesidad así lo requiriera.
De ella sólo se han conservado
escasos restos, como el puente de Cotobro, entre Almuñécar y La Herradura, en el
barranco del mismo nombre; y un posible miliario anepigráfico hoy ubicado
frente a la iglesia de la Encarnación de Almuñécar.
Posible miliario anepigráfico.
No obstante, sí tenemos algunos indicios de su antiguo recorrido en las colinas del entorno del Hotel Salobreña y de la Torre costera de Cabria o del Diablo.
Además de
los restos e indicios arqueológicos comentados, para el estudio y conocimiento
del trazado de la Vía Heraclea por nuestra comarca, también debemos tener en
cuenta que aparece citada en dos de las principales fuentes históricas antiguas que versan sobre vías romanas: el Itinerario
Antonino y el Anónimo de Rávena.
El primero es
un viario del siglo III d.C. que aporta información sobre las comunicaciones
terrestres del Imperio. Nos ha llegado hasta nuestros días debido a distintas
copias realizadas durante la Edad Media. Las poblaciones costeras romanas del
sureste de la Bética a las que hace referencia son, de este a oeste: Urci (Almería), Turaniana (Roquetas de Mar), Murgi
(El Ejido), Sexi (nombrada como Saxetanum), Caviclum (Torrox Costa), Maenoba
(Cerro del Mar, en la desembocadura del río Vélez) y Malaca (Málaga). Ni Selambina (Salobreña) ni Abdera
(Adra) aparecen mencionadas. En Urci (Almería), la vía se dirigía, tierra adentro, hacia Cástulo
(Linares), pasando por Acci (Guadix).
La otra
fuente histórica, el Anónimo de Rávena,
es una obra de carácter geográfico compuesta por una larga lista de
localidades, casi todas ellas ciudades. Hace referencia a un itinerario romano
del siglo III ó IV d.C. traducido al griego por un monje anónimo de dicha ciudad italiana varios
siglos más tarde. La referida fuente cita entre Abdera (Adra) y Malaca
(Málaga) las ciudades de Cesarea, que debe ser la Sexi (Almuñécar) de época de Julio César, y Lenubar, que se corresponde con la
Maenoba del Itinerario Antonino. Tampoco en esta fuente se cita a Salobreña, lo
que nos da un indicio de que el asentamiento no debía de ser de mucha
importancia.
Para una
mejor descripción del recorrido que seguía la Vía Heraclea por la costa
granadina, es preciso distinguir dos tramos, separados por la desembocadura del
Guadalfeo.
El tramo entre Salobreña y La Herradura es el recorrido que presenta
menos dudas ya que se han conservado algunas partes del camino. Partía
de la localidad del Peñón, pasaba
por El Pontiví y la zona de La Caleta y, coincidiendo en muchos ocasiones con
el sinuoso trazado de la actual N-340, se encaminaba hacia el oeste
zigzagueando por los entrantes y salientes de los barrancos costeros.
Es en
esta zona donde se conservan todavía hoy los vestigios más significativos que
pueden verse desde la propia carretera: la parte occidental de la colina del
Hotel Salobreña y el tramo que discurre junto a la torre defensiva costera de
Cabria, o del Diablo, y desciende hasta El Curumbico. Este último es el mejor
conservado, y en el que se puede pasear tranquilamente, ya que debido a su
accidentada geografía, las construcciones lo han venido respetando.
Vestigios del tramo de Vía Heraclea en el Hotel Salobreña.
Vista de los vestigios de la vía Heraclea en el entorno de la Torre de Cabria. Al fondo Almuñécar.
Continuaba
hacia la zona de Taramay, donde se desviaba hacia el interior para salvar la
ensenada que formaba en época romana la desembocadura del río Verde. De aquí se adentraba hasta las cercanías de Jete, por donde cruzaría el cauce fluvial para dirigirse hacia el sur camino de Sexi (Almuñécar), entrando a la ciudad por la zona del barrio de San
Sebastián, por debajo del trazado del acueducto de la Carrera.
Uno de sus
arcos, que conserva una especie de moldura decorativa a sus lados, bien pudo
servir como portada de acceso a la ciudad, a modo de un arco triunfal. A la salida
de la población, cruzaría el cauce del río Seco por algún puente actualmente desaparecido, y se dirigiría hacia el fondeadero de La Herradura, pasando por el Barranco de
Cotobro, donde se encuentra situado el único puente conservado de esta vía
litoral.
Vista general del puente del Cotobro.
Aunque se cree que es del siglo I d.C., fue remozado en épocas
posteriores. Realizado en pizarra, tiene un solo arco que soporta sus casi 20 m de largo, y una cubierta empedrada a dos aguas. Hoy en día puede accederse a
él sin ningún problema por un camino que, partiendo de la actual N-340 (está
señalizado con un cartel), llega hasta el mismo puente.
Vista desde su cara norte del puente del Cotobro.
Por su parte, el tramo de la Vía Heraclea entre Salobreña y Calahonda
estaba
condicionado en sus inicios por la ensenada marítima que todavía formaba la
desembocadura del Guadalfeo en época romana, y que lentamente se estaba
colmatando. Este tramo presenta mayor
dificultad en su trazado, debido a la inexistencia de vestigios construidos.
Aquí, debido a las dificultades en el seguimiento del trazado de la vía romana,
les paso a desarrollar brevemente una hipótesis personal basada en dos
cuestiones:
- La localización de los asentamientos poblacionales que tendría que comunicar entre sí.
- El trayecto que siguen las cañadas reales medievales, entendidas como continuidad de los viejos caminos romanos, y cuya utilización ha perdurado a través de los siglos llegando, en algunos casos, hasta nuestro tiempo.
Desde Selambina (Salobreña), la vía partiría
hacia el norte por la ribera derecha del Guadalfeo, en la que existía un poblamiento
diseminado conformado por centros de producción alfarera que fabricaban ánforas (Los
Barreros, Matagallares, Cortijo Chacón, Molvízar y Lobres) y villas (villae, en latín) con dedicación
agropecuaria, como las de La Taiba y Loma de Ceres.
En los alrededores de
Lobres, el camino romano procedería a vadear el río. En ambas orillas
nos encontraríamos con dos asentamientos que bien pudieron ser apeaderos o
lugares de parada de viajeros: el Cerro del Vínculo, en el margen derecho del
cauce, y Pataura, la actual cortijada de Las Jareas, en el izquierdo.
Una vez
aquí, la vía podría ascender por las cuestas de Pataura (o Panata), o bien
continuar a través de la Rambla de Cañízares-Escalate, donde en su cabecera
existían asentamientos romanos, hasta la zona de La Gorgoracha.
Estos dos
caminos vendrían a juntarse en algún lugar de la zona norte de Motril para, un
poco más adelante, volver a bifurcarse otra vez en dos ramales: uno hacia la
zona de la Sierra del Conjuro, comunicando los asentamientos mineros de la Herrería (en Los Tablones) y del Cortijo de La Reala. El otro ramal se encaminaría hacia la costa, buscando
la población y las instalaciones alfareras y portuarias de Paterna (El Maraute, Torrenueva) y de Calahonda.
Desde aquí, la vía
continuaría en dirección este, serpenteando por el litoral acantilado hasta que
en algún lugar de la rambla de Gualchos-Castell de Ferro se volverían a unir
los dos ramales para continuar, ya como un sólo camino, hacia Abdera (Adra). A la altura de
Melicena su trazado se introduciría hacia el interior, buscando las minas de
plomo de Turón. Y es que, es conocido que el trayecto entre Turón y Adra estaba jalonado
por pequeños asentamientos equidistantes unos de otros, a modo de ventas para avituallar a
los viajeros (mutationes).
Por
último, el portus abderitano, situado
a los pies del Cerro de Montecristo, sería el encargado de exportar el mineral.
José María Pérez Hens.